Index Arthur D Howden & Robert Louis Stevenson Porto Bello Gold (pdf) KoĹciuszko_Robert_ _Wojownik_Trzech_ĹwiatĂłw_03_ _Tata Czarna Legenda DziejĂłw Polski â Jerzy Robert Nowak 18. Roberts Nora Pokusa 02 Rajska jabĹoĹ Roberts Nora Irlandzka trylogia 02 Ĺzy ksiÄĹźyca Forward, Robert L Rocheworld 3 Ocean Under the Ice Chazan, Robert God, Humanity, and History 091. Nora Roberts Przerwana gra Nora Roberts Klucz odwagi Nora Roberts Tajemnicza gwiazda |
[ Pobierz całość w formacie PDF ] haba vuelto loco. Sus ojos centelleaban con un brillo demencial a la luz de la luna, y de sus labios caa espuma. El hombre se abalanzó sobre Conan agitando una cimitarra en el aire, al tiempo que gritaba: -Vuelve al infierno, maldito demonio! El primitivo instinto de conservación del cimmerio le hizo entrar en acción sin pensarlo. Cuando el hombre estuvo cerca, Conan desenvainó la espada. El acero chocó contra el acero una y otra vez, haciendo saltar chispas. Cuando el estigio se dispuso a asestarle otro golpe ms, Conan le atravesó la garganta con la punta de la espada. El hombre enloquecido emitió un gorgoteo, se tambaleó y cayó al suelo. Conan se apoyó sobre la montura de la yegua jadeando. El duelo haba sido breve pero feroz, porque el estigio vio duplicadas sus fuerzas por la enajenación que le dominaba. Ya no se oa ningn grito de horror desde el interior de la fortaleza. Sólo reinaba un silencio inquietante. Entonces Conan oyó unas pisadas lentas, pesadas, como de pies que se arrastraban por el suelo. Acaso el monstruo haba matado ya a todos los estigios? Estara avanzando hacia la puerta para salir al patio? Conan no esperó para averiguarlo. Con dedos temblorosos desató la cota de malla del hombre muerto y se la quitó. Tambin cogió el casco y el escudo del estigio, este ltimo confeccionado con la piel de uno de los enormes animales de la sabana. Ató apresuradamente estos trofeos a la silla de montar, saltó sobre el corcel y, tras empu ar las riendas, hundió las espuelas en las costillas de la yegua. Salió al galope del derruido patio de la ciudadela y se encontró en la zona de las hierbas ralas y resecas. Cada paso del caballo le alejaba del antiguo castillo maldito. En algn lugar, ms all del crculo de vegetación muerta, quiz seguiran merodeando los leones. Pero a Conan no le importaba demasiado. Despus del horror de la ciudadela negra, no le impresionaba una simple manada de leones. Un hocico en la oscuridad Prosiguiendo su viaje hacia el norte, ahora mucho ms rpidamente gracias al caballo, Conan llega finalmente al reino semicivilizado de Kush. ste es el territorio que se designa propiamente con el nombre de Kush, si bien Conan, al igual que muchas otras gentes del norte, suele usar el trmino para designar cualquier pas de negros situado al sur de los desiertos de Estigia. En esta región no tarda en presentrsele una oportunidad de realizar sus habituales proezas con las armas. 1. La cosa de la oscuridad Amboola de Kush se despertó con los sentidos todava embotados por el vino que haba bebido durante el festn de la noche anterior. Al principio no poda recordar dónde se encontraba. La luz de la luna atravesaba la peque a ventana de barrotes situada en lo alto de la pared, alumbrando un lugar que no reconoca. Luego recordó que se hallaba en una celda de la parte superior de la prisión en la que lo haba hecho encerrar la reina Tananda. Supuso que le haban puesto algn narcótico en la bebida. Mientras se hallaba indefenso, apenas consciente, dos negros gigantescos pertenecientes a la guardia de la reina le haban cogido a l y al prncipe Aahmes, el primo de la reina, y los arrojaron a las celdas. Lo ltimo que recordaba eran las escuetas palabras de la reina, cortantes como un latigazo: De modo que vosotros, viles traidores, habais conspirado para destronarme, verdad? Ya veris lo que les ocurre a los villanos!. Al intentar hacer un movimiento, el corpulento negro llamado Amboola se dio cuenta, por el sonido metlico, que tena grilletes en las mu ecas y en los tobillos, y que stos estaban sujetos por cadenas a unas recias argollas que haba en la pared. Aguzó los ojos para tratar de ver algo en la ftida oscuridad que le rodeaba. Al menos -pensó- se hallaba con vida. Y es que hasta la reina Tananda tena que pensarlo dos veces antes de dar muerte al comandante de los Lanceros Negros -la columna vertebral del ejrcito de Kush-, pues era el hroe de las clases populares del reino. Lo que ms le haba extra ado a Amboola era la acusación de haber conspirado junto con Aahmes. A decir verdad, l y el prncipe eran buenos amigos. Haban cazado, bebido y jugado a las cartas juntos, y en tales ocasiones Aahmes se haba quejado ante Amboola de la reina, cuya crueldad y astucia eran tan evidentes como deseable su hermoso y bronceado cuerpo. Pero en ningn momento llegaron a conspirar. Aahmes no era en modo alguno la persona indicada para llevar a cabo una conjura, pues se [ Pobierz całość w formacie PDF ] |
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