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[ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ] entonces seremos libres para relacionarnos con Dios tal como es y usar la enorme energía que está liberación genera para relacionarnos con amor y respeto a los demás. Una de las maneras en que Dios trata nuestras limitaciones al relacionarnos con Él es reduciendo a silencio nuestro concepto de Él. Cuando nos vamos acostumbrando a des- cansar en Dios en la oración contemplativa, nos desidentificamos espontáneamente de nuestros programas emotivos de felicidad basados en las influencias del ambiente cultural en que crecimos. Ya a ese nivel vamos conociendo a Dios más profundamente. Llegará el momento en que pasaremos de esa relación reflexiva con Dios a otra de comunión con Dios. Esta última es una relación de ser a ser, de presencia a presencia, es el conocimiento de Dios en la fe pura. La noche de los sentidos enfoca muy claramente la naturaleza del compromiso. Cuando tomamos a pecho la palabra de Jesús, Seguidme , Él nos ofrece su amistad. La verdadera amistad siempre involucra compromiso hacia la otra persona. Esto fue lo que ayudó a San Antonio a vencer todas las tentaciones para poder llegar a la unión transforma- dora. Se basaba siempre en los mismos medios: compromiso con el camino espiritual, prác- tica de la oración constante, y fe en que Dios le daría las fuerzas para perseverar. La aparente ausencia de Dios, junto con la purificación interior y las pruebas que nos presenta la vida cotidiana, constantemente nos desafían para que rompamos el com- promiso. En estos tiempos es raro ver a una persona totalmente fiel a un compromiso; la gente cambia de trabajo; los matrimonios no duran; las carreras no se terminan; a la vida re- ligiosa y al celibato no se le toman tan en serio como antes. El apoyo que en una época ayudó u obligó a la gente a permanecer fieles a sus compromisos disminuyó a causa de la revolución cultural de los tiempos modernos. Aunque las consecuencias de los adelantos modernos han sido en general buenas, no se puede negar que los modelos de fidelidad a un compromiso de por vida han desaparecido en gran escala, al menos en nuestro mundo occi- dental. La mayoría de las parejas jóvenes, cuando se casan, no tienen la menor idea de lo que están haciendo. Cuando surgen dificultades, frecuentemente deciden que no son el uno para el otro, y dan por terminado el matrimonio. Pasan por un divorcio que les destroza el corazón, sólo para repetir el horrendo proceso después. Por supuesto que hay relaciones que se inician con la intención de un compromiso permanente y luego se extinguen o se con- vierten en algo dañino. Hay otras que fueron dominadas exclusivamente por el aspecto ro- mántico y se desintegran al enfrentarse con las exigencias de un amor que exige sacrificio. La verdad es que los problemas aparecen precisamente cuando una relación lucha por salir adelante. El amor te hace vulnerable. Cuando te sientes amado, bien sea por Dios o por otra persona, no piensas en protegerte; tus defensas están bajas y aparece la parte oscura de tu personalidad, no sólo en tu nivel consciente, sino también en tu comportamiento, para desilusión de tu consorte. Este, por su lado, está pasando por una experiencia semejante. Uno de los objetivos del sacramento de matrimonio es que provee la gracia santificante pa- ra procesar el lado oscuro de la personalidad del consorte, convirtiendo el matrimonio en una escuela de purificación y transformación. Cuando la pareja sobrelleva mutuamente sus defectos y las partes oscura de las dos personalidades, y son tolerantes en cuanto a sus debi- lidades, están administrándose mutuamente el amor de Dios. El amor humano presente en el sacramento nupcial es un símbolo del amor de Dios comunicado a la otra persona. El compromiso permanente hacia el matrimonio lo capacita a uno para poder llegar a conocer- se a sí mismo y para cosechar los beneficios de ese conocimiento. Supongamos que tus motivaciones para casarte fueron defectuosas. Si perteneces al género masculino, tal vez estabas buscando a la mamá que nunca tuviste o una imagen fiel de la mamá que sí tuviste, y viste en esa persona tan admirable a alguien que atendería a to- das tus necesidades; lavaría tu ropa, cocinaría todos los día, secaría tus lágrimas cuando fuese necesario. Un día, con gran sorpresa, comienzas a darte cuenta, precisamente porque has avanzado y estás descubriéndote a ti mismo, que este no era el motivo correcto para ca- sarse cuando te decidiste a hacerlo. Allí te viene el pensamiento, -La única forma de recu- perar mi libertad es cortar esta relación desde su raíz-. Pero la otra parte, la del compromiso permanente, responderá, -¿por qué no tratas de introducir tu nuevo descubrimiento a esta relación para ver si funciona?- Esto puede no ser posible a veces porque el patrón de de- pendencia está demasiado arraigado. Separarse puede ser necesario cuando se ha cometido un grave error, pero nuestra responsabilidad hacia el compromiso adquirido nos inclina a tratar primero de llevar esa nueva revelación a nuestra relación. Nadie hace un compromiso, incluyendo a la vida religiosa o al sacerdocio, con mo- tivos enteramente puros. Por esta razón cuentan menos los motivos por los cuales hicimos el compromiso, que aquellos que nos hacen perseverar. En la noche de los sentidos Dios nos hace un llamado para que nos responsabilice- mos de nosotros mismos y de nuestra respuesta personal a la invitación de seguir a Cristo. Esto incluye nuestra respuesta a las personas con quienes vivimos, y por último, a toda la humanidad. Al ver convertidos en polvo todas nuestras fuentes anteriores de fortaleza y de con- solación, la tentación de declararnos vencidos es enorme. Esta jornada no puede ser para mí. Tengo que mantener a una familia y llevar mi vida profesional. No puedo aguantar esta negatividad tan dolorosa que se viene manifestando dentro de mi., Cuando se prolongan la aridez y las tentaciones, todo dentro de nosotros clama por parar en seco la jornada espiri- tual con la esperanza de que nunca la volveremos a comenzar. Si dejamos a un lado nuestro compromiso de andar el camino, nos acompañará nuestro falso yo. Dondequiera que nos di- rijamos, lo tendremos que enfrentar de nuevo bajo otras circunstancias. La parte de noso- [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ] |
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