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    Pero, Dios m�o, si me estoy quedando dormido.
    - �Puedo hacer algo para ayudarle?
    - Sólo mantenerse hablando o escuchando. A propósito no he querido comer nada para
    mantenerme despierto, pero eso no quiere decir que usted no pueda tomar algo del
    refrigerador si lo desea. El refrigerador est� sin corriente desde ayer, as� que no intente
    consumir lo que no sea conserva.
    El caf� estaba listo. Le sirvió dos tazas y las llevó a la mesa.
    - Gracias, todav�a no tengo hambre, pero quiz�s deba preparar m�s caf�.
    - Si usted quiere. Pero �por qu�?
    - Si se las arregló para cortar la electricidad, perfectamente pod�a hacer lo mismo con
    el gas. Y a usted no le gustar�a quedarse sin caf� aunque tuvi�ramos que beberlo fr�o.
    - No creo que puedan hacer eso a no ser que utilicen un hu�sped humano. Cuesta
    mucho cerrar la llave del gas butano. No hay nada que perder, sin embargo, preparando
    una o dos cafeteras m�s.
    Puso de nuevo la tetera en la cocina para hervir m�s agua y se sentó en la mesa al
    frente de �l.
    - �Qu� tal el suministro de agua?, porque, si puede destruirlo, convendr�a llenar
    algunas vasijas con agua.
    - No creo que sea necesario. - Le explicó cómo trabajaba el sistema del agua -.
    F�cilmente podr�a destrozar la bomba que sube el agua al tanque, pero este mismo es
    demasiado grande, pesado y sólido como para que lo destruya. Debe estar lleno hasta la
    mitad. Tenemos m�s agua de la que necesitamos. Normalmente hay m�s de doscientos
    galones.
    � A propósito de agua, apenas termine esto recu�rdeme que tengo que hacer algo: una
    ducha fr�a y un cambio de ropa me har� bien. Se me podr�a haber ocurrido en la ma�ana,
    pero no fue as�.
    - Parece buena idea. Me preparar� algo de comer mientras usted est� arriba. Debe
    estar muy hambriento y de este modo no me ver� comer.
    - De acuerdo. Pero haga un circuito por las ventanas de vez en cuando y av�seme si ve
    algo. Llevar� la ropa limpia al ba�o para terminar m�s r�pido. Y esto me recuerda...
    Empezó a levantarse, pero la se�orita Talley, con sus maneras m�s profesoriles, le
    ordenó que esperara un momento y partió a hacer el primer circuito de las ventanas. No
    vio nada de importancia ni nuevo, salvo que los buitres hab�an vuelto a comerse el ciervo
    muerto. Nada le ocurr�a todav�a al toro muerto; el ciervo ya estaba podrido y era un plato
    m�s sabroso.
    Doc gui�ó un ojo.
    - No espero que suceda nada. Este es un juego de esperas, a menos que uno de
    nosotros trate de salir. No ha hecho ning�n intento de entrar en la casa, en ninguna forma
    y, si lo quisiera, podr�a haberlo hecho hace tiempo. Cualquier animal grande puede
    derribar las puertas, a menos que le dispare antes.
    - O un ser humano; no me explico cómo no ha enviado ninguno contra nosotros.
    - No tiene ninguna razón para hacerlo, salvo que quisiera matarme y, aparentemente,
    no lo quiere, a menos que salga. En cierto sentido, me gustar�a que enviara alguno. Es
    peligroso disparar a las patas de un toro que carga, pero a las piernas de un hombre es
    cosa f�cil.
    - Doctor, cuando llegu�, �cómo supo que no era el enemigo? Usted pudo haberme
    disparado f�cilmente en una pierna.
    - No me pasó por la mente. - Rió -. Y si me hubiera ocurrido, el toro corriendo detr�s
    suyo habr�a sido prueba suficiente. Estamos casi seguros que la cosa esa no puede
    controlar a m�s de un hu�sped a la vez. - Se levantó y estiró los brazos luchando con un
    bostezo -. Bien, a la ducha. Y har� circuitos pertinentes en el segundo piso mientras corre
    el agua. No tendr� necesidad de moverse mientras no sienta que me estoy ba�ando.
    Subió arriba y bajó media hora m�s tarde con un aspecto algo m�s fresco. La se�orita
    Talley hab�a terminado de comer y se sentaron en el salón conversando por turnos. Doc
    insist�a en hacer periódicas revisiones de las ventanas �l mismo y en no permitir que las
    hiciera ella. Le explicó que el peligro de ir a dormir era menor si lo hac�a solo. Y mucho
    mayor si ella lo dejaba solo en el salón. Entonces quedar�a dormido como piedra.
    Las horas avanzaban lentamente. Uno y otro pensaron varias maneras de contraatacar
    pero, por una u otra razón debieron rechazarlas por impracticables o por peligrosas. Una
    vez Doc verificó que el sitio todav�a estaba en funciones saliendo afuera solo y con la
    pistola. Cuando vio que un p�jaro iniciaba la ca�da vertical, le disparó sin esperar a que se
    acercara. Pero, aunque parece que lo rozó, tuvo que disparar un segundo tiro cuando ya
    estaba muy cerca. Tuvo que saltar atr�s para evitar que el p�jaro lo golpeara. Saltó hasta
    el borde de la puerta. Volvió a cargar la pistola y barrió del suelo de la terraza al que hab�a
    sido un gran halcón.
    La sangre le hab�a ensuciado los zapatos y los pantalones. Subió para cambi�rselos y
    para tomar otro ba�o. Habla dejado agua en la tina, porque, ya en el primer ba�o se hab�a
    dado cuenta de que, aunque cre�a que hab�a m�s de cien galones en el estanque, no [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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